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Nuestra crítica de «Terminator: Génesis»

¿Qué pasaría si el intento de Skynet por eliminar a Sarah Connor en 1984 no hubiese ido según lo previsto? ¿Qué futuro se habría creado si en ese histórico momento hubiesen intervenido entidades nuevas que no deberían haber estado allí?

Con esta premisa y el título de «Terminator: Génesis» (Paramount Pictures, 2015) acaba de llegar a nuestras pantallas la última entrega de la saga postapocalíptica de máquinas pensantes. Se trata de la quinta entrega de Terminator y, gracias a sus viajes en el tiempo, es a la vez su secuela, precuela y reboot. Ha sido dirigida por Alan Taylor, director de televisión ganador de un premio Emmy, y protagonizada por el incombustible veterano Arnold Schwarzenegger, Emilia Clarke (Juego de Tronos) en el papel de la joven Sarah Connor, Jason Clarke (Enemigos Públicos) como el general John Connor y Jay Courtney (Escuadrón Suicida) interpretando a Kyle Reese.

Es a la vez su secuela, precuela y reboot. Esta obra coge a las figuras clave del universo Terminator y las maneja a su antojo con el riesgo de enfurecer a los fans acérrimos de la saga

Eso se bebe a que una de las principales ventajas de esta película puede verse también como su principal debilidad: esta obra coge a las figuras clave del universo Terminator como Sarah Connor, Kyle Reese, John Connor y las distintas clases de androides T (incluyendo más de una innovadora sorpresa) y las maneja a su antojo de maneras nuevas, interesantes, sorprendentes y a veces algo absurdas, con el riesgo de enfurecer, y mucho, a los fans acérrimos de la saga.

La interpretación de la película consta de dos bloques principales: el inexpresivo Arnold Schwarzenegger, que aun así consigue llenar la pantalla con casi cada frase y cada imperceptible alzamiento de cejas y que hace, pese a lo poco creíble que empieza a parecer desplegando actos de fuerza sobrehumana a su edad; y los actores jóvenes, Emilia Clarke y Jay Courtney. De estos últimos, sólo Clarke consigue sobresalir y dar vida a un personaje femenino capaz de pasar rápidamente de la fortaleza a la emotividad, pasando ocasionalmente por el humor.

La interpretación de Emilia Clarke resume muy bien la película al completo: lo que le falta en coherencia lo compensa con una personalidad escasa pero encantadora

De hecho, la interpretación de Emilia Clarke resume muy bien la película al completo: lo que le falta en coherencia lo compensa con una personalidad escasa pero encantadora. Con unos efectos especiales espectaculares que aun así palidecen frente a los de otros estrenos veraniegos como «Jurassic World» (Universal Pictures, 2015), esta obra se saca descaradamente de la manga paradojas temporales no resueltas (ni por un momento se confundan con misterios aun por desvelar), introducidas solamente como excusa para el resto de su guión, un guión que sólo se salva gracias a una acción trepidante y emocionante de coeficiente intelectual tirando a bajo y a un elenco de actores que cumplen sin sobresalir, pero que aun así son capaces de robar alguna que otra sonrisa. Por último, cuenta con una ventaja que no hemos de pasar por alto: sus predecesoras inmediatas dentro de la saga fueron por lo general decepciones mayúsculas, lo que hace que el público vaya a verla con unas expectativas bajísimas y salga confuso, con la extraña sensación de haberla disfrutado. No es una obra que se escape de ser olvidable y gran parte de lo que la destaca proviene de sus predecesoras, pero podemos asegurar que no merece todo el odio que está despertando. Lo que está bastante claro es que, tras haber reiniciado el universo Terminator de una manera un tanto pobre esta es, probablemente, la última entrega de esta mítica saga. ¿Quien podría resistirse a acudir a tan especial despedida?

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